jueves, 14 de abril de 2016

Adiós a las metáforas de Juan E. González

El 29 de diciembre de 2015, a la edad de 85 años, fallecía el poeta Juan E. González, en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Había nacido en Bella Vista el 14 de abril de 1930. Perteneció a la llamada Generación del 60. Con Vicente Atilio Billone, Pedro Herrera y Serafín Aguirre fundó la revista “Signo” y luego, en la década del 60, fue uno de los fundadores de la revista “Tahona”. Publicó “Los días y la tierra”,de 1962, “Mandatos y revelaciones”, de 1969, “El grito en el cielo”, de 1982 -finalista del Premio Adonais de Poesía (Madrid, 1982)-, “Pasión de la tribu”, de 1988, “Tribulaciones de la lengua” -premio Municipalidad de San Miguel de Tucumán-, de 1989, “Cartas de Andrea de Azcuénaga”, de 1991, "De Ella se decía, de 1993, 200 Años de Poesía Argentina, Antología de 2010. En 1974 se radicó en España, donde trabajó como crítico literario y periodista free lance. Entrevistó a Ingmar Bergman y a Julio Cortázar, de quien fue amigo, y sus colaboraciones se publicaron en El País de España, en el Corriere della Sera, de Italia, Uno más Uno, de México; en La Prensa y Clarín, de Buenos Aires, y en el Suplemento Literario de La Gaceta de Tucumán. Regresó a Tucumán a comienzos de 1984 y trabajó como asesor literario de la Secretaría de Extensión Universitaria de la UNT. El 4 de octubre de 1998 se publicó en La Gaceta la nota “La palabra como una revelación” que escribió Roberto Espinosa: “El verde rumor de los pájaros de Bella Vista tal vez rodó en sus primeros versos. Ya en la adolescencia, las lecturas de César Vallejo y Julio Cortázar le mostraron caminos nuevos en la sintaxis y en el juego literario. El poeta Juan E. González (14/4/1930) pasó la infancia en la finca de su padre agricultor. “Él tenía un diccionario antiguo que me despertó la fascinación por las palabras. Me convertí en un lector voraz, leía incluso a Nietzsche (no entendía nada). Seguramente debe haber influido también la luz y la naturaleza de Bella Vista”, cuenta. Sus primeros poemas se publicaron en la revista “Norte Argentino”, que dirigía Juan B. Terán (h), y en los 60, con Mario Romero y José Carlos Coronel fundaron la revista “Tahona”. “En esos años había mucha inquietud, un gran fervor por la lectura y la escritura en los distintos grupos. Con el tiempo fui teniendo una orientación estética. Mi poesía apunta a expresar la complejidad del hombre de la condición humana porque creo que es una forma del conocimiento”. “Los días y la tierra (1965) y “Mandatos y revelaciones” (1969) fueron sus primeros libros. Los sombríos años de la última dictadura militar le llevaron un hijo. En España sobrevivió durante nueve años como periodista y crítico literario. “El grito en el cielo” (1982) fue finalista en el importante Premio Adonais de Poesía (Madrid). Admirador de Oliverio Girondo (“un gran olvidado”), Ricardo Molinari, Octavio Paz y Juan Gelman, González sostiene que la creación poética parte de “las obsesiones personales que actúan como un disparador de la imaginación. Luego viene un flujo de imágenes del que emergerá una especie de revelación o epifanía, mediante la cual uno se conecta con otras zonas de la realidad. La singularidad reside en el lenguaje como un instrumento de revelación significativa. Es la herramienta que nos inscribe en el registro de los tiempos, desde la escritura tribal hasta la informática”. Para Juan, Julio Cortázar fue el escritor “más extraordinario” de los que trató. “Era una persona de una sencillez increíble, solidario, íntegro. Lo conocí a través de un amigo común, Félix Grande. En la reunión había varios poetas españoles y Julio llegó con su esposa ucraniana. Uno de ellos quiso chuparle las medias, diciendo que hablaran de su literatura. Entonces Julio dijo: ‘prefiero que tomemos un café y hablemos de la literatura, pero no de la mía’. Si alguien le enviaba un libro, lo leía y le contestaba o si sabía que algún amigo estaba en problemas lo ayudaba en silencio, sin que este lo supiera...” Lleva ocho libros publicados. Para el poeta, escribir “siempre es un desafío que comienza cuando uno se enfrenta con la página en blanco. Lo maravilloso es cómo esta va cubriéndose de palabras, de frases, hasta que el texto poético surge. Abro la sed abro/ el deseo de/ decir tu nombre/ la hoguera/ del mundo de bocas/ cerradas/ abro y saqueo tus/ baúles/ el oro de las axilas/ o el marfil de tu saliva/ y aprieto tu voz/ ahogada en el grito/ de las sonajas/ del alfabeto/ de la araña blanca/ que anida/ en tus pestañas”.