sábado, 31 de mayo de 2008

Materia del canto

Todos los días
salgo por las calles
decidido a madurar
la vida
y penetro me sumerjo
en los rostros
en las manos
en el corazón del viento
velozmente
como un mágico trompo
y voy apretado
entre voces y lenguas
que conozco bien
transito las palabras
esta dura necesidad
de expresar y comunicar
embadurno las monedas
solicito a los árboles
una música en sus hojas
y miro largamente
las huellas del hombre
sobre el tiempo

poque es así
y no de otra manera
porque hay que andar
con ojos de tormentas
para las lluvias
porque hay que sentir
y conocer los días
del puro esplendor
de la más alta pena
y vivir de pie
parado sobre la tierra
con todo el cuerpo
con toda la memoria
de lo sucedido
con los acontecimientos
de hoy y de mañana
porque éste
es nuestro tiempo
ésta la materia
de mi canto


Una poética ruptural

Un grupo numeroso de autores que comienza a producir en el Noroeste Argentino en los años 60 rechazan las renovaciones propuestas por la vanguardia de 1920 y practican, por el contrario, una sencillez expresiva de heterodoxia funcional. Se proponen revalorizar antiguos poetas y, de este modo, permanecen conectados a la línea de poesía neorromántica del 40. Los anima la ilusión de que es posible recrear la realidad que viven por medio de la palabra y escapan al realismo de su época, creando un microcosmos textual que se vuelve imagen de sí mismo, descolgado de todo contexto histórico.
Inés Aráoz y Juan González representan dentro de este campo intelectual, lo más audaz en modos escriturarios ya que practican la convulsión del verso Girondino, el choque fónico y gráfico de las palabras, su contaminación y resemantización permanente en un sistema cerrado y a la vez abierto a múltiples interpretaciones.
Juan González publica en Signo sus poemas, hasta entonces inéditos, y en su producción se conjugan las líneas de renovación que operan en la poesía porteña de los años 60. Primero, el texto trabaja con la matriz autorreferencial, que lo vuelve objeto de sí mismo, en el único referente que existe; más tarde, el ingreso de la historia en su interior, le permitirá realizar el enclaje en el mundo extra-textual.
Su primer libro, Los días y la tierra, aparece en 1962. Diseña en él un yo lírico que se expresa como un hombre común ya que vaga con sus fantasmas por las calles. Se hacen presente la nostalgia y la comunicación de una naturaleza interior de cosas y seres.
Pero ya en Mandatos y revelaciones (1969), aparece, en germen, el referente histórico que se afirma más tarde y se despliega en juego permanente de alusiones y elusiones en un estilo profuso con evidentes fracturas. Se conjuga en este último libro la nostalgia por el tiempo de la infancia y la preocupación por el tiempo existencial del hombre anclado en una historia. La palabra busca comunicar la experiencia de un nosotros, es decir de una colectividad humana tocada por el tiempo histórico.
A pertir del 80 se editan Pasión de la tribu (1988), Tribulaciones de la lengua (1989) y Cartas de Andrea de Azcuénaga (1991). En todos ellos Juan González practica estrategias escriturarias relacionadas, de diferente manera, con el postulado bajtiniano de la novelización de los géneros. Al mismo tiempo el estilo gana densidad y hermetismo y las sorpresas en el discurso aumentan así, su capacidad de información.
El grito en el cielo (1983) constituye un libro de fundamental importancia en la historia de esta poética por cuanto a manera de bisagra, divide y articula al mismo tiempo etapas completamente diferentes de la poética de Juan González. Su propuesta constituye, por un lado, un corte con lo hecho hasta entonces, y por otro, la afirmación de una nueva voluntad escrituraria.
Aparece en Madrid editado por Ayuso, durante el exilio del poeta, y llega a ser finalista del premio "Adonais" de poesía. González abandona en él la escritura ingenua y comienza a practicar juegos con el lenguaje: la supresión de signos de puntuación, la indiferenciación de las letras minúsculas y mayúsculas. El sujeto lírico pone al lector frente a una avalancha de textos que despliegan intertextos prestigiosos. Paisajes remotos y cargados de exotismo se conectan con otros actuales y heterogéneos. La influencia del cubismo y del surrealismo se pone de manifiesto en la técnica escrituraria que opera a la manera de collage, pegando a la par de lo pintado.
La disyunción es diseñada a nivel micro y macro-Textual en los poemarios que imitan un estilo de construcción setentista a la manera de Tamara Kamezain. El viaje como leiv-motiv expresa ideas nuevas como la función de la memoria dentro del mecanismo de la cultura y la metadiscursivización del tejido textual, ¿ Cuál es el rol que cumple la escritura en la sociedad?
¿Hay algún punto de encuentro entre las palabras, la política y el arte? Son éstas, algunas de las preguntas que motivan búsquedas posteriores y que fructificarán en sus textos del 90.

El poder del signo disociado en la poética de Juan González Rita Indiana Jorrat

1 comentario:

DAVID ELGEA dijo...

unos poemas preciosos. enhorabuena por los poemas y por el blog. lo visitaré en lo sucesivo para leer mas.
un saludo........david elgea

ah! y gracias,ines,por tu comentario en mi blog. me ha hecho mucha ilusion recibirlo.